La odisea financiera de las asociaciones sin fines de lucro.
Esta historia es parte del especial “Los retos del voluntariado en República Dominicana” de Diario Libre, realizado por Mayra Pérez, Jessica Leonor, Laura Ortiz, Beatriz Bienzobas e Inés Aizpún.
______
¿Cuál es la realidad de las organizaciones sin fines de lucro? ¿Cómo se financian? ¿Cuál es su lucha para mantenerse a flote? ¿Pueden llegar a ser auto sostenibles? Los testimonios de varias fundaciones de carácter social nos dan una idea de lo complejo que puede llegar a ser manejar una Asociación Sin Fines de lucro (ASFL), más que una entidad que sí lo tiene, aunque muchas de ellas, como leeremos más adelante, logran sobrevivir con pequeñas donaciones y presupuestos limitados.
Es el caso de Rosa del Carmen Darley Paulino, creadora de la Fundación Soy de Cristo, que desde hace once años rescata niñas huérfanas, en situación de calle y riesgo de violencia. Inició de manera informal trabajando con niños del Mirador los sábados, dándoles comida y leyéndoles la palabra de Dios; después se trasladó a Herrera para ejercer la misma labor, se alojó en una casa alquilada y trabajó con esa comunidad por cinco años.
En 2009, Rosa Del Carmen, que fue una de las finalistas del Premio Hombre y Mujer del año 2017, inició su proyecto de la Casa Hogar, en Ciudad Moderna, donde vive con 11 niñas, entre dos y 18 años. Con unos gastos promedio mensuales de 200 mil pesos, uno se pregunta cómo hace para financiar el mantenimiento de esa gran familia que la llena de orgullo: colegio, ropa, alimentación, medicinas, luz, o teléfono, por decir algunos de los gastos que tiene cualquier hogar. ¿Es auto sostenible?, le preguntamos. “No, claro que no, pero como casi todas las fundaciones que nos dedicamos a este trabajo, tenemos dinámicas para conseguir el efectivo o la ayuda (en forma de artículos”, explica Rosa Del Carmen.
En su caso solicitó la ayuda al Ministerio de Economía que, vía Educación, le aporta una cantidad de RD$41,666.67 mensuales; cerca de 500 mil pesos al año, que distribuyen de esta manera pero no es suficiente para mantener la Casa Hogar. “Por eso, organizamos actividades puntuales a lo largo del año, como conciertos y congresos familiares y una cena pro fondos anual llamada “Por la Inocencia”, que este año hemos tenido que cancelar por el COVID-19, para recolectar el dinero que falta. Además algunas entidades privadas nos ayudan con donaciones de ropa y alimentos que nos permiten, haciendo equilibrios, llegar a fin de mes”, confiesa.
Este año, y a la espera del nuevo presupuesto, Rosa del Carmen explica que ha solicitado una cantidad mayor de ayuda al Estado, aunque, ya sea la respuesta positiva o negativa, tiene muy claro que si se preocupara mucho por si es suficiente o no lo que el Estado le da, tendría una excusa siempre para no hacer el trabajo. “Yo soy de las que piensan que si aquí me dan una parte, en otro lado me darán otra”.
¿Qué pide el Estado para canalizar estos fondos? Desde el centro de Promoción y Fomento de las Asociaciones Sin Fines de Lucro (CASFL), adscrito al Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, explican que para recibir una subvención la entidad no lucrativa deben cumplir ciertos requisitos en su solicitud, como contar con registro de incorporación, habilitación sectorial vigente, cumplir con las obligaciones administrativas, financieras y fiscales previstas en la Ley 122-05 y su reglamento, estar al día en la rendición de cuentas y destinar a gastos administrativos tan solo un 20% del presupuesto recibido.
En la actualidad están registradas 8,813 Asociaciones Sin Fines de Lucro (ASFL) en la CASFL, de las cuales solo 1,326 han recibido subvenciones en el año 2020. No es de extrañar que con tantas formalidades, Carmen deba contar en su equipo con una persona que lleve todas estas gestiones al detalle.
Consciente de que en los países latinos no hay mucha cultura de identificarse con este tipo de trabajo social, y amén de que muchas fundaciones han dañado el propósito con el que se formaron, la fundadora de Soy de Cristo opina que no solo el Estado es responsable. “El Estado no es la sociedad, la sociedad somos todos y todos somos responsables de extender la mano a esas personas que están haciendo este tipo de trabajo y se confirme que lo están haciendo bien; si no lo están haciendo yo respeto que se abstengan de dar ayudas. Pero todo está en la cultura, en los países latinos tenemos cultura de pedir y no de dar”.
Por lo que sí aboga es por que tanto el Estado como la sociedad saquen más provecho del trabajo que hacen como fundación, ayudando por ejemplo, a incorporarlas en la vida laboral (ya sea en empresa públicas o privadas), y así cumplir su sueño de formar mujeres profesionales y autosuficientes.
Como quiera los buenos samaritanos existen en nuestro país, un hecho que queda confirmado año tras año con la iniciativa que desde el 2013 promueve Ágora Mall con el Árbol de la Esperanza, y que permite a cualquiera que pase por sus instalaciones colaborar con organizaciones que trabajan a favor de la niñez, la salud y la educación.
Según datos provistos por esta plataforma de responsabilidad social, entre 2013 y 2018, 19 fundaciones fueron apoyadas por el Árbol de la Esperanza impactando con ello 2,195 vidas gracias a las 15,487 horas laboradas por 1,509 voluntarios. Una labor loable que entre 2016 y 2018 recaudó más de US$339 mil a repartir entre instituciones seleccionadas que con esos recursos han completado tratamientos de cáncer para algunos niños, iniciado la construcción de aulas para niños y jóvenes, realizado operaciones a corazón abierto o financiado programas de estimulación para niños y niñas con capacidades diferentes, entre muchas otras causas que han cambiado las vidas de más de 2,000 niños y jóvenes.
Otra muestra de que las manos solidarias abundan en nuestro país es el caso de la Fundación Amigos Contra el Cáncer Infantil, Facci, quienes desde el 2003 se han comprometido con mejorar las condiciones de vida de niños con cáncer de nuestro país, cuyas familias no cuentan con los recursos necesarios para hacer frente a este mal.
Desde sus inicios, un grupo de amigos voluntarios asumió esta gran responsabilidad, a la que con el tiempo se fueron sumando más personas de corazón noble. Así continuaron echando hacia adelante, a ‘manos peladas’, este noble proyecto, hasta que en 2016 comenzaron a recibir fondos de la Presidencia de la República.
Alexandra Matos de Purcell, presidenta de Facci, cuenta que para ese entonces percibían RD$90 mil mensuales por parte del Estado, una cifra que, si bien no era suficiente para sustentarse por completo, representaba un granito de arena que podía hacer la gran diferencia en la vida de un niño con cáncer. Así continuaron hasta 2019, cuando pasaron a formar parte del presupuesto nacional del Ministerio de Salud Pública, y los ingresos del Estado aumentaron a RD$100 mil al mes.
Esta cifra, según Matos, solo equivale al 3% del presupuesto anual de Facci, lo que nos da una idea de que el gran fuerte de esta fundación siguen siendo las donaciones, tanto monetarias como en especie. A eso también se agrega el apadrinamiento de distintos programas de apoyo, como ‘Ángeles de Esperanza’, el proyecto insignia de la institución, que representa el 20% de sus ingresos y contribuye a cubrir los tratamientos médicos de todos los niños que acogen.
- 1/4Alexandra Matos de Purcell durante el Radiomaratón de Facci, ‘Ángeles de Esperanza’. ( )
Además de los recursos provenientes de los aliados internacionales, grants, personas y empresas privadas, Matos indica que las actividades para recaudar fondos también han sido una de las columnas que les han brindado soporte, pues el apoyo siempre es masivo y logra la meta. Ejemplo de ello es Color Vibe, una carrera que se celebra desde 2014 y en la que cada año toda la familia se da cita para pintarse del color de la solidaridad. A eso se suman otras iniciativas, como el bingo benéfico, maratones y ventas de libros.
En cuanto a los retos que enfrentan como institución sin fines de lucro para subsistir, Matos cita que, además de la dificultad para mantener a los donantes, conseguir patrocinios es una de las tareas más difíciles. “Realmente el esfuerzo es lograr que las empresas se interesen en la causa y decidan aportar a nuestros eventos. Eso es muy difícil, aunque por suerte hay empresas que siempre nos apoyan”, dice, agregando que gracias a la transparencia con la que trabajan y su vasto historial, han podido seguir adelante sin que la ayuda económica nunca les falte a los niños que apadrinan.
En contraste con las fundaciones Soy de Cristo y Facci, está la Asociación Dominicana de Rehabilitación, ADR, una organización sin fines de lucro pionera en la rehabilitación integral de personas con discapacidad física e intelectual del país, que fue instituida por el decreto del Poder Ejecutivo No.126 del 3 de abril de 1963. A diferencia de las otras dos instituciones, esta siempre ha contado con el sustento del gobierno.
Los ingresos que percibe la ADR por parte del Estado han oscilado, desde sus inicios hasta la fecha, entre el 30% y el 17% de sus entradas, respectivamente. Esto quiere decir que, según Arturo Pérez Gaviño, vicepresidente ejecutivo de la asociación, la incidencia de la ayuda estatal ha sido menor, en proporción al total de sus ingresos.
Y es que, así como se han ido agregando ceros al monto que les otorga el Estado, también se han incrementado las necesidades de la institución. “La ADR ha experimentado un crecimiento de su cobertura de atención en función al número de centros y de la diversidad de servicios ofrecidos a través de la red de atención”, comenta Pérez, quien dice que ese crecimiento ha sido sostenible gracias a lo que reciben además del Estado, pues su presupuesto en 2019 contempló RD$958.5 millones, cifra de la cual solo un 11% se le atribuye al gobierno.
Uno de los grandes fuertes de esta institución, en términos económicos, y por lo que ha podido mantenerse inalterable a su filosofía de trabajo, fundamentada en la atención a personas con discapacidad procedentes de sectores vulnerables, es el hecho de ofrecer servicios cubiertos por la Seguridad Social y Senasa.
Así lo explica Pérez, quien señala que solo en 2019, el 77% de los ingresos se generó a través de la prestación de servicios de los programas de Medicina de Rehabilitación, Educación Especial, Formación Laboral (64%), Unidad Quirúrgica (6%) y Unidades Productivas (7%).
“Nuestra principal fuente de recursos es la prestación de servicios, por el volumen de tratamientos y modalidades, con tarifas subvencionadas, que a partir del 2008 se cubren a través de las ARS y de Senasa”, dice el ejecutivo, añadiendo que también perciben ingresos por los sueldos a profesionales y técnicos asignados a la institución por el gobierno y las actividades pro recaudación de fondos, aportes recibidos de organizaciones nacionales e internacionales y fuentes alternas.
Pese a lo que pudiera pensarse, a las entidades grandes y que nunca se han visto desamparadas por el gobierno también les toca encarar retos a nivel financiero para poder sobrevivir. En el caso de la ADR, uno de ellos es la carga económica fija que representan los programas de Educación Especial y Formación Laboral, los cuales no son cubiertos por la Seguridad Social.
“La ADR –dice Pérez- cuenta con siete escuelas de Educación Especial, con una matrícula de 886 estudiantes con discapacidad intelectual y necesidades educativas especiales, que anualmente tienen un gasto estimado en RD$118.1 millones. Por otro lado, están los programas de Formación Laboral, un total de RD$6.7 millones, indispensables para la inserción laboral”.
Otro de los grandes retos que agrega a la lista Pérez es el abastecimiento de materiales y componentes importados para la producción de prótesis y órtesis. Esto porque, aún en pacientes con cobertura de seguros, se requiere concluir la fabricación y la entrega para poder reclamar a las ARS, lo que significa que la institución debe cubrir los gastos del abastecimiento general. Se trata de una inversión que la ADR debe asumir por lo menos tres veces al año por sus propios medios, para luego recibir de a poco los importes conforme al ciclo de entrega individual de pacientes.
Por suerte, y al igual que como pasa con Soy de Cristo y Facci, la solidaridad de personas que se suman a la asociación para ayudar desinteresadamente nunca les ha faltado. “La ADR es resultado de un gran esfuerzo sostenido a lo largo de 57 años, por hombres y mujeres que nos respaldan con ayudas económicas o con el trabajo voluntario en las diferentes actividades que desarrollamos”, enfatiza Pérez.
Con relación al año 2020, Pérez indica que la asignación fija aprobada para el presupuesto es de unos RD$84 millones, que se reciben en partidas mensuales (RD$7 millones cada mes). A eso se agregan los aportes extraordinarios de la Presidencia de la República, quienes anualmente contribuyen con un promedio de RD$30 millones.